La Trampa del Salvador

Desde una visión condicionada por la herida y la necesidad de redención, muchas almas despiertas han caído en la llamada “trampa del salvador”. Es esa pulsión interna que nos empuja a querer rescatar a otros, a aliviarles el sufrimiento, a mostrarles el camino, incluso cuando ellos no lo han pedido. Esta trampa, aunque disfrazada de nobleza, es una forma sutil de interferencia en el libre albedrío ajeno.

Cuando alguien aún no está preparado para ver, forzarle a mirar puede generar resistencia, rechazo o incluso más confusión. La verdadera ayuda no es la que se impone, sino la que se ofrece con respeto, como un faro que brilla sin moverse, esperando que el otro decida acercarse por sí mismo.

La trampa del salvador también es una huida del trabajo interior. A veces, proyectamos nuestras propias heridas en los demás, intentando sanarlos para no tener que mirar nuestro propio dolor. Es una forma de evitar lo incómodo: lo que aún no hemos resuelto en nosotros mismos.

Soltar la necesidad de salvar no es indiferencia, es madurez espiritual. Es confiar en que cada alma tiene su camino, su ritmo, y su forma de recordar. Acompañar desde la presencia, sin imponer, es el acto más profundo de Amor. Porque el verdadero guía no arrastra, no empuja: camina al lado.

Solo cuando nos liberamos de esta trampa, podemos ser verdaderos canales de la Fuente. Dejamos de actuar desde la urgencia del ego espiritual, y empezamos a fluir con la sabiduría de la Unidad. Ahí, en ese espacio de respeto y entrega, se produce la auténtica transformación.

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