El deseo nace del vacío. Es impulso, necesidad, carencia que busca ser colmada. Sin embargo, cuando el Ser despierta, aparece una fuerza más profunda que trasciende el deseo: la Voluntad del Ser. Esta voluntad no se basa en lo que falta, sino en lo que ya es.
La Voluntad del Ser no busca, se manifiesta. No depende de un resultado externo, porque su propósito no es satisfacer, sino revelar. Actúa desde la certeza interior, desde el reconocimiento de que lo esencial ya está en nosotros, esperando ser vivido.
Más allá del deseo, encontramos el poder silencioso de una vida guiada por propósito. No desde la ambición, sino desde la entrega. No desde el esfuerzo por conseguir, sino desde la coherencia con lo que realmente somos.
Cuando el deseo se transforma en Voluntad del Ser, la experiencia deja de ser una persecución para convertirse en una expresión. Y entonces, el camino se alinea con la Verdad.