Durante mucho tiempo, la humanidad ha temido su propia oscuridad. La ha proyectado hacia afuera, sobre enemigos, errores, desgracias… sin reconocer que toda sombra nace de una Luz que aún no ha sido comprendida.
Este principio de la Gran Unidad revela que la oscuridad no es un opuesto a eliminar, sino una parte a integrar. La sombra es una forma distorsionada de la Luz que busca ser reconocida, redimida y abrazada.
Cuando rechazamos la sombra, nos dividimos. Nos fragmentamos internamente. Pero cuando la acogemos, se revela su verdadero origen: es una energía de la Fuente que fue malinterpretada, reprimida o herida.
La Luz que abraza su Sombra no es una Luz débil, sino una Luz madura. Ya no necesita imponerse, ni negarse, ni luchar contra la oscuridad. Solo necesita ver. Y al ver, al reconocer, se produce la alquimia: la sombra se transforma en potencial.
Integrar la sombra no significa justificarla, sino comprenderla. Es escuchar su mensaje sin identificarse con él. Es mirarla con el corazón abierto, sabiendo que detrás de cada miedo, cada rabia, cada dolor, hay una parte olvidada de nosotros mismos que quiere volver al hogar.
En esta integración está la verdadera sanación. Ya no luchamos contra lo que somos, ni contra lo que otros reflejan. Reconocemos que toda sombra es una puerta hacia la Unidad, si sabemos cruzarla con consciencia y compasión.