Llega un momento en el camino en el que todo lo que parecía sólido empieza a desmoronarse. Las estructuras externas, las creencias heredadas, los modelos impuestos... ya no sostienen la experiencia interior. Es entonces cuando se revela el mayor de los engaños: haber creído que estábamos separados.
El fin del engaño no ocurre con una gran batalla, sino con una profunda rendición interior. Cuando dejamos de luchar contra lo que somos, la verdad comienza a emerger sin esfuerzo. Comprendemos que lo que llamábamos verdad era solo un sistema de control disfrazado de certeza.
Este capítulo marca el inicio de una nueva visión: libre de dogmas, de jerarquías y de intermediarios. La religión que nace no es impuesta, sino sentida. Brota del interior de cada ser como una llama silenciosa que ilumina desde dentro.
Y así, cuando el velo cae, lo que permanece es la verdad esencial: somos Uno, y todo lo que nos separaba era una ilusión sostenida por el miedo. La nueva espiritualidad comienza donde termina el engaño.